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24 MAYO
01 JUNIO

2024

‘Caminar en el agua’, película inaugural del FCAT 2022: la cotidianidad de un pueblo en busca de agua

La actriz, productora y directora franco-senegalesa Aïssa Maïga firma Marcher sur l’eau (Caminar en el agua), la película que abrirá la 19ª edición del festival transfronterizo del sur de Europa. En Caminar en el agua, Aïssa Maïga muestra la realidad de Tatiste, un pueblo al norte de Níger que vive envuelto en una grave problemática de lucha por el agua en el contexto de calentamiento global

Aïsa Maïga se sumergió en esta población nómada de Níger para conocer sus vidas cotidianas en relación al agua, el factor que determina y mueve el transcurso de sus días. La directora no solo tuvo que contar estas historias sino ganarse la confianza de un pueblo ajeno —aunque a la vez familiar—, para ella. Muchas personas nunca habían visto una cámara (o ni siquiera una película); y muchos niños se cansaban rápidamente a causa de la desnutrición que sufren. En mitad de este contexto tan complicado, Aïsa Maïga tuvo que aprender a contar cinematográficamente esta realidad. Además, el rodaje se producía cada tres meses, por lo que cuando regresaba, muchas de las cosas o personas que quería filmar ya no estaban allí. Los niños caminan muchos kilómetros para buscar el agua que la aldea necesita para sobrevivir y esta tarea diaria hace imposible la asistencia regular a la escuela. La falta de agua también impulsa a los adultos a dejar a sus familias cada año y cruzar las fronteras en busca de recursos para su sustento. 

Cuenta Aïsa Maïga que fue su abuela quien le lanzó el reto de pensar qué podía ella contar sobre el tema y aceptar luego el rodaje de este proyecto (¡Ay las abuelas! Aún seguimos suspirando por Aicha, la abuela de Lina Soualem en Leur Algérie, Premio del Público en nuestra pasada edición). Estas preguntas le trajeron recuerdos de sus vacaciones de pequeña en Malí: “Lo primero que me vino fueron imágenes de la vida cotidiana. Las tinajas colocadas a lo largo de las paredes de las casas sahelianas cuadradas con sus azoteas. Cuando tenía sed, me agachaba junto a una jarra, levantaba la tapa de terracota y me servía un poco de agua. Esta agua salía del pozo donde fui innumerables veces con mis tías. El pozo era de nuestra familia, pero el agua era para todos”, explica la cineasta. En sus recuerdos también encuentra momentos en el río Níger, lugar de baños, juegos y conversaciones al calor de la tarde: “El tema del agua, aunque yo de niña no lo entendía muy bien, era sumamente crucial. Todo esto volvió a mí. Empecé a escribir esto en papel y el texto fluyó de mí y se escribió solo”, explica la directora sobre el inicio de Marcher sur l’eau

El motivo de filmar en Níger viene también por su abuela paterna, miembro de una comunidad fulani de Níger, el pueblo nómada más grande del mundo. “Puse mi mirada en el pueblo de Tatiste en la región de Azawak, a 15 horas en auto desde Niamey, la capital de Níger”, cuenta. En este proceso de producción (que en los documentales es muy extraño porque, como dice Aïsa, “tienes que escribir el desarrollo de un proyecto que aún no conoces muy bien”), contactó con Ariane Kirtley, directora de la ONG Amman Imman (que significa “el agua es vida”), antropóloga y gran conocedora del terreno. 

Hicieron las maletas y pusieron rumbo a Tatiste en el otoño de 2018. “En el pueblo sabían que existía la posibilidad de perforar un pozo, por lo que nos dieron una bienvenida increíblemente cálida y nos aceptaron muy rápidamente”, relata la cineasta franco-senegalesa. “Esto nos permitió establecer la historia, el contexto y lo que está en juego desde el principio. Dijeron que sí y sacamos la cámara. Algunas de las personas allí nunca antes habían visto una cámara y la mayoría nunca había visto una película. Y no me di cuenta de eso hasta que pasaron varios días. Hay algunas cosas que simplemente das por sentado y asumes que son ciertas, pero no siempre es así”, declara. 

Sobre el proceso de grabación, Aïssa Maïga insistió en grabar a distintas voces: “Solo los hombres podían hablar en ciertas situaciones, insistí en que las mujeres también hablaran. Y los niños. Les dije que quería filmarlos y escuchar lo que tenían que decir”. También en la película cobra especial relevancia el personaje de una chica adolescente con enormes responsabilidades por ayudar y cuidar a su familia, parando así su proceso educativo. 

El documental combina el relato documental con partes de ficción. En palabras de su directora: “La idea era filmar la realidad y, al mismo tiempo, provocar esta realidad induciendo situaciones. Mi enfoque sigue siendo profundamente documental, aunque recompuse ciertas escenas”, argumenta. “Aprendes a mirar a la gente, a observar el lenguaje verbal y corporal, a escuchar los silencios. Y también aprendes a adaptarte”. 

Una historia de agua, pobreza y desigualdad 

Alrededor de 2.200 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso directo al agua potable. Cada día mueren 10.000 personas por falta de agua o por alguna enfermedad provocada por la ingestión de agua contaminada (cólera, disentería, fiebre tifoidea e incluso poliomielitis).

Níger, un país semidesértico en el corazón del África subsahariana, es representativo del problema, pero también prometedor. Por un lado, se ha visto duramente golpeada por el cambio climático y las repetidas sequías. Por otro lado, es uno de los lugares del mundo donde la lucha de las comunidades rurales y sus habitantes para resolver este problema, con el apoyo del gobierno, es más decidida y dinámica.

La región de Azawak es una llanura de 180.000 kilómetros cuadrados, situada entre Malí y Níger. Es el hogar de unas 500.000 personas, principalmente de etnia tuareg y fulani-wodaabe. Azawak se caracteriza por una tasa de analfabetismo del 99% y una carencia de recursos sanitarios del 98%. La incertidumbre del acceso al agua, ligada al cambio climático, ha incrementado la tasa de mortalidad infantil, que ya supera el 50%.

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